Vagabas entre la
neblina,
y encontraste que el
sol te rozaba
los pies.
Pisaste el suelo,
abriste la ventana
y aspiraste el aroma
de la ciudad.
El sol es el faro
que
devuelve el sosiego
ante el miedo.
La calma de lo
cotidiano,
el devenir de lo que
es real.
Entonces te fuiste
vistiendo despacio.
Y con esperanza
venciste la inseguridad.
Recordaste que
tenías billete abierto,
y un tren de a
diario, aguardando en la vieja estación.
Pensaste que el
camino
puede ser desandado
y que amores difíciles
acaban atrás.
Que la vida golpea,
pero no noquea.
Y que bien podrías
volver a empezar.
De estas vivencias
regresarás nueva,
la maleta en mano,
llena a rebosar.
Y los tuyos, que
siempre te esperan,
te verán llegar
sentada en el tren del destino.