SENTADA EN EL TREN
DEL DESTINO
Sentada en el tren
del destino
dejabas el tiempo
pasar.
Observando tras la
ventanilla, la gente con prisa,
maletas en mano.
El pitido del
silbato, alejó de golpe
la ensoñación, y
dejó que volviera a moverse
la vida ante tus
ojos.
Así se movía
lentamente la estación.
Luego, tomó
velocidad el paisaje,
las calles se
tornaron veredas,
las veredas caminos,
Los caminos fueron
campos reverdecidos.
Sobre los campos se
colgó la luna
que trajo cien
fuegos brillantes.
Y vino la noche para
tapar la soledad.
Entonces dejaste de
mirar la luna en el cielo,
echaste la cortina y
te dejaste acunar.
Parecía que el
vaivén del tiempo
se forjara en las
vías,
que venía el sueño,
necesitabas soñar.
Y lo hiciste con
estrella fugaces que colmaban
los cielos.
Soñaste que las
voces del viento y del río
quedaban atrás.
Y viste, en la
claridad de aquel sueño,
como al final de las
vías se perdía, Lisboa.
Soñaste, viajera
también en los sueños,
con trenes de fuego
y ciudades colgantes
al borde del mar.
Soñaste todo un
viaje.
Una noche entera.
Hasta que...
Sentiste que el día
tomaba relevo a la noche.