viernes, 2 de septiembre de 2016
Mi mamita
—Péiname otra vez, mi mamita —me pedía caprichosa. Despacito trenzaba sus ralos cabellos.
—Píntame los labios—. ¡Como siempre, tan coqueta! A veces, deliraba.
Sentada en la cama, Rosaura gemía.
—Mamá, que venga mamá—. Se agarraba a la sábana, desolada.
Me parecía mentira, cien años cumpliría mañana, y todavía la necesitaba.
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