El Señor Oscuro salió a bailar con la luna.
Tenía la cara del color de la sombra,
pero sus zapatos blancos brillaban
bajo su luz.
El Señor Oscuro no tiene cara,
su boca es una sonrisa y sus
dientes son blancos, como la luna.
En las noches oscuras se confunde
con las tinieblas, y las gentes se
esconden de él, temiendo a su sombra
Por eso, en cada casa una luz le aleja
de los malos miedos y de los terrores
que sienten los niños al irse a la cama.
Pero el señor oscuro es inofensivo.
Como lo es la brisa de verano, o
el agua cantarina de los arroyos.
Él solo es una sombra de alguien
al que le gustaba mucho bailar,
que perdió sus contornos y se
dejó llevar por el influjo de la luna.
Ahora baila cada noche, al lado
del río, o en la cima de una montaña,
haciendo equilibrios al borde de los
abismos.
Al señor oscuro le gusta destacar, pero
delante de las luces esconde su figura.
Es como si temiera desvanecerse,
como desaparecen los rayos de luna
a la salida del sol.
Algunos que le vieron, o creyeron verlo,
dicen que vive bajo la hierba de los bosques,
o escondido en una oquedad, dentro de los
troncos carcomidos de los árboles.
Pero todos coinciden que nunca saldrá
de día.
A este bailarín contumaz, tan sólo le detiene
la salida del sol.
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